3 de enero de 2012

Las Murallas de Constantinopla, año 1878


... ha pasado tiempo desde  aquellos días, y sin embargo no puedo olvidarme de la impresión que me causaron aquellos famosos muros sin experimentar vivísimo sentimiento de admiración. Ignoro si en otro lugar del Oriente se encuentran reunidas de esta manera la grandeza de las obras humanas con la majestad de la prepotencia, la gloria de los siglos, la solemnidad de las tradiciones memorables, la tristeza de las ruinas y la sublimidad de la naturaleza. Es una perspectiva que inspira juntamente admiración, 
veneración y temor...

La enorme cintura de murallas y torres se extiende hasta donde la vista alcanza, subiendo y bajando, según las sinuosidades del terreno.Las murallas que se conservan en este lado de la ciudad, levantan cinco veces la altura de un hombre y ostentan en su frente corona de almenas, y los contrafuertes de trecho en trecho, que son torreones cuadrangulares, no siempre sanos y en estado útil.





...Es una caminata de  hora y media, ora subiendo, ora bajando, salvando montículos, salvando escalones...

...de repente hallé larguísima extensión de las famosas defensas de Stambul por la parte de la tierra.



Todos estos muros se conservan casi tal y como eran el día después de la toma de Constantinopla... Aun se notan las brechas abiertas por los cañones de Orban, las huellas de los golpes de aristas y catapultas, los estragos de las minas, los indicios de los asaltos mas furiosos y las resistencias mas desesperadas. A cada paso, el bastión comprendido entre dos torres, ofrece el ruinoso cuadro de la majestad pasada y de la pasada grandeza.

Desde aquel sitio hasta el mar de Mármara no hay un barrio ni un caserío siquiera. El camino corre recto entre el muro y el campo. Nada distrae la contemplación de las ruinas. 






El rastro de las pasadas luchas se revela en este sitio con señales soberbias y gigantescas: muros reventados, triturados y agujereados; torres truncadas y socavadas; plataformas sepultadas en montones de ruinas; troneras descuartizadas; el terreno revuelto, el foso repleto de colosales pedruscos, tales que semejan masas inmensas de rocas de una montaña volada en pedazos, por infernal mina.


Por Edmundo de Amicis. Constantinopla. Escrito en 1878. Editorial Almed

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