24 de febrero de 2012

Granada la Bella en mi E-Book

Estas navidades me he "regalado" un E-Book. Era algo que quería tener desde hace tiempo y finalmente me he decidido, son muchos los documentos que me llegan a mi correo electrónico, algunos larguísimos, y mi intención es pasármelos al e-book y leérmelos cómodamente en la cama o el sofá.

Me he comprado el modelo Papyre 613... y de momento, aún me estoy peleando con él... aún no he descargado ningún documento... todo es andar el camino... lo conseguiré!

El e-book venía con una biblioteca de... ¡100 libros! gratuitos: filósofos griegos, Espronceda, Lope de Vega, Quevedo, y alguno más (que no creo que lea nunca), pero curioseando entre la lista encontré "Granada la Bella" de Angel Ganivet.

Apenas 75 páginas  que me he leído en un plis plas. Lo cierto es que tengo ese libro en casa, en formato "libro", pero nunca lo había leído, a pesar de la curiosidad que tenía... tanto se ha hablado, sobre todo aquí en Granada. Así que he aprovechado la oportunidad de estrenar mi e-book con este pequeño libro.

Del libro, lo primero que me ha sorprendido ha sido el lenguaje que Angel Ganivet ha utilizado, muy coloquial, palabras bastante comunes, tan coloquial y común, que me han parecido los pensamientos de un escritor contemporáneo... de lo que deduzco que nuestro idioma, el español, no ha cambiado tanto en los últimos 120 años.

También me han sorprendido gratamente algunas de sus reflexiones, que tampoco son difrerentes de las que tendría algún comentarista contemporaneo en cualquiera de las tertulias de la tele o la radio... os voy a poner algunas muestras, y podreis juzgar por vosotros mismos:

...hablando de las prioridades para una ciudad dice Ganivet:
Hay que «dar trabajo a los obreros»- dicen algunos que, con fervor filantrópico, serían capaces de echar abajo la Catedral para repartir algunos jornales.... -Lo primordial es la salud- dicen los devotos de la higiene. -La estadística  demográfica comparada -añaden con tono entre doctoral y compungido- pone los pelos de punta... -Señores, lo esencial es comer -replican los representantes de la industria-, y aquí lo que falta es actividad, medios fáciles de comunicación, abrir grandes arterias  para el tráfico interior de la ciudad, «mover los capitales», pensar, en fin, que somos una ciudad moderna y que debemos abrirnos de par en par a todos los «adelantos del progreso». -Pero hay que tener en cuenta los «intereses creados» -agregan los comerciantes-. Si la nueva calle cambia el rumbo de la circulación y nos perjudica; si con el nuevo trazado  desaparece mi establecimiento, en el que desde hace un siglo o medio de padres a hijos vamos buscándonos la vida, ¿dónde está la justa indemnización de estos daños? -¿Y los «intereses del arte», dónde los dejamos?... Porque tal o cual calle tenga una vara más de anchura o porque sea recta y no angulosa -cuestiones de detalle, -vamos a sacrificar aquella antigua y venerable iglesia, este rincón pintoresco, estotro monumento arqueológico?... Y así..., continúa la discusión, en la que cada cual echa su cuarto a espadas, y que se termina casi siempre por el providencial «no hay dinero», la tabla de salvación de nuestra patria en el siglo actual. Porque tengo para mí que si hubiéramos tenido dinero abundante para dar forma duradera a nuestras concepciones... hubiéramos dejado a nuestros descendientes motivos sobrados para que nos despreciaran. Pero a veces ¡oh dolor! hay dinero. Y entonces, sin preocuparse por conciliar los diversos puntos de vista suscitados por las ideas de reforma; sin examinar lo que debe hacerse, atendiendo a la conveniencia de la comunidad, formada no sólo por los que viven, sino también por los que murieron y por los que nacerán, el capital, guiado por un impulso momentáneo, se lanza a ciega, a salga lo que saliere. 


... o esta otra, hablado de la "globalización":


Esta idea del ensanche pudo muy bien mantenerse en los límites del buen gusto, con sólo  acomodarsea las condiciones de cada una de las ciudades que se trataba de ensanchar; pero no tardó en complicarse con otra idea nueva, que para abreviar bautizaré con el nombre de americanismo. Los colonos que iban a  América a establecerse, podían instalarse allí sin atender a tradiciones que no existían; y como su deseo era ir de prisa, fundaron la ciudad exclusivamente útil y prosaica. A veces, una compañía de ferrocarriles crea, a modo de estaciones, núcleos de población, que en unos cuantos años, como Chicago o Minneápolis, son capitales de un millón o medio de almas. Más bien que capitales son aglomeraciones de «buildings», o estaciones de ferrocarril prolongadas en todos sentidos. Esta ramplonería arquitectónica vino a Europa de rechazo y fue  delgusto de los hombres de negocios, de los mangoneadores de terrenos y solares, y de los fabricantes de casas baratas; cundió el amor a la línea recta, y llegó el momento de que los hombres no pudieran dormir tranquilos mientras su calle no estuviera tirada a cordel. Donde las condiciones de las ciudades exigían estos ensanches, la sacrificada fue la estética, y donde los ensanches no estaban justificados, se procuró al mismo tiempo afear las poblaciones y hacerlas inhabitables. 


Juzgad vosotros mismos!

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